Chucuchú intimidaba tiempo antes de la contienda, francamente llego muy imponente al lugar en short militar, chanclas de patas de gallo y gorra de lado con una seguridad que me hizo sentir frío, los detalles estaban revisados y había que hacer cambios. Nuestro as bajo la manga eran unas banditas que decian Sonidero Travesura, las cuales Rodman, nuestro galante y funcional roadie de cajón, tuvo la clara indicación de solo darselas a mujeres bonitas, consejo que siguió al pie de la letra, o eso ví, unas camisetas con el escudo sonidero repartido a amigas de confianza, no nos dejarían abajo en tan complicada contienda entre sonidos, pero mejor aún, nuestra arma secreta, eran un par de cartulinas doradas con olanes que Omar y su sensible novia Careli compraron en la parisina las cuales recorté con pasión y locura antes de la contienda en forma de S y T casi gigantes.
El momento del volado llegó y chucuchú perdió, por lo que me hizo una confesión con la que sentí hormigas en los pies, me dijo "voy a entrar en moto hasta aqui y me estan haciendo unas rampas", incluso me hicieron mover mi vehículo para estacionar a los bikers. Ahora si estamos fregados pense. Fuí al turistico, lugar donde no me gusta ir por que la caguama vale mas de $25 pesos mientras Omar iba a atender asuntos a Sanborns a dejar correr el tiempo hasta la hora acordada. El lugar estaba super lleno, y dio gusto que reglamentos una vez mas quiza hacer de las suyas y esta vez si tuvo que ser para otra ocasión. La batalla no fue muy difícil, tocamos con el cora y tanta gente hace que des todo, que gusto, lo mejor fue que todos disfrutamos de una noche de salsa, cumbia, hi energy, rap y poca tecnología en este siglo y mundo en el que ese factor saca de la jugada. Larga vida al Sonidero, lo disfrute horrores.
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